La Opinión de Cuenca

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El Pilar, tradición y devoción del pueblo conquense


Los conquenses siempre han tenido una devoción especial a la Virgen del Pilar, así queda constatado en la capilla que lleva su nombre en la Catedral conquense: Capilla del Siglo XVIII, obra del arquitecto José Martín de Aldehuela, fundada en 1769, en el espacio que ocupaba la puerta de acceso al Templo, que llevaba por nombre “Puerta de los Ángeles”. En este espacio se realizó la capilla del Pilar a expensas del canónigo Diego Lujandro y el Cabildo. En su interior se relata, por medio de un estuco, la aparición de la Virgen a Santiago.

¿Queréis saber cómo sucedió? Os lo cuento resumidamente, que siempre viene bien el recordar esos hechos históricos que nos dan fuerza y nos afianzan en nuestra fe.

“Junto a los márgenes del río Ebro oraba Santiago el Mayor con sus discípulos, cuenta la tradición, que se apareció al Apóstol la Virgen María, Madre de Dios, (que vivía aún vida mortal), entre coros de ángeles y sobre una columna de mármol. Entregó la esfinge suya al Apóstol a quien ordenó edificar una capilla en ese mismo lugar. Nadie impugnó esta vieja tradición hasta que Baronio apoyado en documentos que daban pie para negar la predicación de Santiago en España y con ella la aparición del Pilar, dio motivo de las discusiones. No existen ciertamente testimonios evidentes que compruebe la veracidad histórica. En los primeros años del cristianismo, destruyeron cuantos escritos existían. Decreciano destruyó todos los libros y más tarde la invasión sarracena en la Península terminó con los pequeños vestigios que existían hasta el momento. No obstante los defensores de la tradición encuentran indicios que con los testimonios de los siglos posteriores apoyan y admiten la verdad de la predicación de Santiago en España. En las obras de Prudencio se hacen alusión a nuestra tradición y en los tiempos posteriores a la dominación musulmana hay indicios manifiestos de la existencia del templo del Pilar. Así pues se hace remontar la existencia del templo al siglo VII en los tiempos de san Basilio.

El rey Alfonso I de Aragón, el Batallador, inmediatamente después de ser reconquistada la ciudad de Zaragoza, va a visitar a Ntra. Sra. en su Templo. El Obispo Torroja (Obispo de Barcelona) en 1171 hace donaciones para la fábrica y culto de la Iglesia del Pilar. Alfonso I de Aragón dejó escrito en su testamento una manda para el culto de la Virgen en el Templo del Pilar. En honor de la Virgen se creó en Sevilla una hermandad por los soldados de Aragón que tomaron parte en la reconquista en 1249. Las Cortes del Reino de Aragón en 1080, pidieron a Roma oficio propio de la Virgen con la historia de su aparición, pero no fue hasta Clemente XII quien permitió celebrar en todos los dominios del Rey Católico el 12 de octubre el oficio de la conmemoración. Pío VII elevó esta fiesta a rito de primera clase y Pío IX extendió esta festividad a todos los dominios de España.

Más tarde nació la idea de la peregrinación nacional. Pío X manifestó el deseo que tenía de ver y bendecir la Corona de la Santísima Virgen del Pilar. En la Corona hay 2836 brillantes, 5725 rosas, 145 perlas, 74 esmeraldas, 7002 rubíes y 46 zafiros y el resplandor que sirve como de fondo a la corona está compuesto de 46 brillantes, 2311 rosas, 136 perlar, 1097 perlar hiladas, 83 esmeraldas, 73 rubíes, 56 zafiros, 95 granates, 120 amatista y 7 topacios, 44 turquesas y 14 corales grandes. El día 20 de mayo de 1905 se colocaron las coronas primero al Niño Jesús y después a la Virgen.

Fue el rey Carlos II, en 1677, quien colocó la primera piedra del templo actual de la Virgen del Pilar en Zaragoza. El rey Fernando VI, ordena en 1754 la construcción de la Capilla de Ntra. Sra. del Pilar de Zaragoza y fue Ventura Rodríguez (autor de la Capilla del Tranparente de la Catedral de Cuenca) quien realizó el boceto o planos de la Santa Capilla del Pilar. Por Real Orden de 12 de julio de 1904, fue declarado Monumento Nacional”.

Después de esta elocuente historia del Templo del Pilar de Zaragoza vuelvo a nuestra ciudad y saltan las hemerotecas de citas sobre la celebración del Pilar en nuestra ciudad de Cuenca. Titulares como estos cubren sus páginas: “Se celebró con solemnidad Misa, desfile de la Guardia Civil y una procesión concurridísima por las principales calles de la ciudad”.

Nos trasladamos a la década de 1942 a 1952, del siglo XX, y encontramos: “El día 12 de octubre vivió Cuenca sumada al fervor de los actos con que toda España ha celebrado la festividad de la Virgen del Pilar”.

A las doce de la mañana se celebró una misa en la parroquia de San Esteban, a la que asistieron todas las autoridades. Las naves del templo se hallaban totalmente ocupadas por fieles y devotos de la Virgen del Pilar. Desde la Cátedra del Espíritu Santo, el Padre dominico, de la residencia de Salamanca, don Vicente Dereciva, impartió la disertación sobre: “La fiesta de la raza y las excelencias de la Virgen del Pilar”.

Sigo escudriñando las páginas de los periódicos de esas fechas y encuentro con otra sorpresa: “A las seis de la tarde, aunque el tiempo en el día fue pródigo en agua y generoso en frío, los devotos de la Virgen afluyeron a las inmediaciones de la Iglesia de San Esteban, situándose ordenadamente y otros en las aceras en las calles, a lo largo de todo el trayecto que había de recorrer la procesión, y en los balcones engalanados con banderas y colgantes de los colores nacionales”.

Mi asombro viene cuando leo quienes eran los portadores de la imagen: “La Virgen fue sacada a hombros de los Caballeros del Pilar, recorriendo el trayecto de la Avenida de José Antonio hasta la Plaza de Cánovas, de aquí hasta la plaza de la Audiencia es llevada por devotos del Cuerpo de Correos y Telégrafos que en este sitio son relevados por los Jóvenes de Acción Católica, conduciéndola hasta el Juzgado Municipal; de aquí hasta la Plaza Mayor es llevada por el Cuerpo de Secretarios del Ayuntamiento y desde la Plaza a la Catedral por la Guardia Civil.

Un pueblo que se volcaba con su Virgen del Pilar, que sentía y practicaba, haciendo pública su devoción a la Patrona de España.

Y yo me pregunto: ¿Qué nos ha quedado de todo esto a los conquenses...?

(José María Rodríguez González es profesor e investigador histórico)

 

 

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