La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

El positivismo (I)


Antes de 1860 predicaré el positivismo en Notre-Dame como la única religión real y completa.
Auguste Comte.

Desde el siglo XVIII, la ciencia y sus aplicaciones han mejorado hasta donde no se podía imaginar las condiciones de vida en el mundo. Estos resultados tan deslumbrantes han llevado a pensar que todos los retos del conocimiento tendrán una respuesta científica, y que lograrlo sólo es cuestión de tiempo. Esta pretensión de alcanzar la verdad completa – ingrediente del optimismo ilustrado- fue la que buscó el darwinismo radical por medio de la biología, la que buscó Marx con la historia y la economía, Freud con el psicoanálisis y Auguste Comte con el positivismo.

Auguste Comte vivió entre 1798 y 1857. Nació en una familia francesa, católica y monárquica. Estudió en la Escuela Politécnica de París. Se formó con la lectura de los enciclopedistas franceses y los empíricos ingleses. Al referirse a su fuerte y precoz vocación reformadora, escribirá: “Después de cumplir catorce años, experimenté la necesidad imperiosa de una regeneración universal, política y filosófica al mismo tiempo”.

La revolución francesa, ayudada por Napoleón, había llevado la anarquía a Francia y a media Europa. En medio de esa decepción, Comte se propone recuperar los ideales ilustrados: razón, ciencia, educación, progreso y felicidad. Para este fin escribe su Curso de filosofía positiva, un sistema de normas y conocimientos inspirado en el que se elaboró en la Cristiandad medieval.

En esta obra resumirá la historia de la humanidad en tres etapas: la religiosa, la metafísica y la científica. La ciencia empírica, a partir de Newton, lograría explicar todo y arrinconaría a los ídolos religiosos y a los mitos metafísicos. Si el Cristianismo mira al cielo, Comte mira a la tierra y concentra su atención en la política. Si Platón quiere una polis gobernada por filósofos, Comte quiere positivistas en el gobierno de las naciones:

“Apoderaos de la sociedad, pues os pertenece no según derecho, sino por un deber evidente, basado en vuestra exclusiva aptitud para dirigirla bien, ya como consejeros, ya como dirigentes. No hace falta disimular que los servidores de la humanidad vienen a sustituir a los servidores de Dios en todos los aspectos de los asuntos públicos, porque han sido incapaces de interesarse bastante por ellos y comprenderlos.”

Comte y el positivismo afirmarán que la ciencia nos da toda la verdad; que fuera de la ciencia sólo hay ignorancia o superstición, nunca conocimiento. Sin embargo, las limitaciones de la ciencia también son clamorosas. A gran parte de la humanidad le gustaría conocer el sentido de la vida, pero si preguntamos a la ciencia, esta no sabe, no contesta.

El positivismo convierte en ideología la ciencia, la ética y el derecho. Esta cosmovisión ha configurado nuestro mundo- desde hace dos siglos- con una triple falsedad:

   - Verdad es lo que establece la ciencia
   - Bien es lo que piensa o hace la mayoría
   - Justo es lo que determina el legislador

Comte reemplaza la ética (prescriptiva) por la sociología (descriptiva), y pone la fuente del derecho en el legislador, negando la ley natural. “Un niño es lo que dice la ley”, repetía Hillary Clinton en campaña electoral, al ser preguntada por el estatuto y los derechos del embrión.     

(Continuará….)                                    

 

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