Comentaba en el último artículo la importancia de estar atento a los cambios tecnológicos y de la determinación y la perseverancia para haber creado una empresa desde cero.
Hoy quiero hacer un homenaje a todos los hombres y mujeres que se lanzan a hacer una actividad empresarial. Algunos son autónomos sin personal a su cargo y otros van creciendo y pasan de 0 a 10, a 50 a 100 y, como los insignes Amancio Ortega y Juan Roig que han creado160.000 y 93.000 mil puestos de trabajo directos que arrastran otros 300.000 indirectos. O sea, unos 500.000 en total.
La importancia de los grandes empresarios que crean riqueza y actividad para decenas de miles de personas se comenta solo con los números. Poco hay que decir, más allá de que cuanto más se les ataca por mentes de pequeño saber y entender y menor pensar, pero de gran capacidad de odio, más crece su enormidad y su humanidad. Aunque no venga muy a cuento, dejo mi reflexión sobre cómo es posible que un miembro del Gobierno que critica a estas dos personas, ejemplos de altísimo nivel de comportamiento humano, social y empresarial, pueda recibir un solo voto en las elecciones. Algo no marcha bien en la sociedad española.
Hecho el humilde, pero convencido, alegato a la importancia de los grandes empresarios quisiera céntrame en el pequeño y mediano empresario.
En España hay 1.320.000 empresas que tienen al menos 1 empleado. De estas, 1.314.000 son pymes, según el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Con esto está casi todo dicho. Pero veamos qué pasa con el trabajo. Las pymes dieron trabajo a 9.217.000 asalariados y las grandes empresas a 6.111.000. No debe haber duda de la importancia de los empresarios que empiezan de cero.
Quiero centrarme en estas personas que se juegan sus ahorros, sus casas y sus almohadas.
Muchos sufren un fracaso empresarial, pero acaban de forma exitosa a lo largo de la vida. Otros no se recuperan. Y otros, muy pocos, son grandes triunfadores y creadores de riqueza como los Srs. Ortega y Roig. La mayoría son personas anónimas que contratan una media de 6 empleados para sacar adelante su actividad y la de sus colaboradores.
Estos empresarios pasan malísimos momentos, casi siempre por falta de caja (bueno sería que las leyes que marcan la obligación de pago en un plazo no permitiesen a los acreedores enmascarar los plazos con tretas como que “cuentan desde la presentación de la factura” pudiendo retrasar esta frenando permisos internos que son necesarios para poder cumplir esa condición). A veces tienen muchas alegrías y se animan a reinvertir los beneficios. A veces, se tiene que cerrar asumiendo un coste económico y un enorme coste personal.
Hay, evidentemente, excepciones que confirman la regla. Gente que se aprovecha de los demás, que engaña y que probablemente nunca pague por estas malas prácticas, pero son los menos.
Generalmente son criticados por la sociedad española con calificativos poco amables. Debemos cambiar esto. En general son personas tremendamente dedicadas a su trabajo, con respeto para sus colaboradores, aportando a la sociedad con las cotizaciones de la Seguridad Social, con el IVA y otros impuestos y con la merecida contraprestación salarial a sus colaboradores.
Debemos hacer un esfuerzo en la sociedad española para apoyar a los que se deciden a emprender y crear riqueza y puestos de trabajo. Hay que definir mejores ayudas y que sean ágiles de pedir y de resolver por parte de las Administraciones, anulando la posibilidad de nepotismo.
Tampoco debemos dejar solos a los que después del esfuerzo no salen adelante. Hay que facilitar que puedan no haber arruinado su vida. Tenemos que conseguir que la sociedad no los aparte y no les dé la espalda.
En Estados Unidos, la ley protege facilita la creación de empresas y dificulta la ruina total y de por vida de los empresarios que lanzan actividades y les va mal. Da más juego a equivocarse y así, a que haya más actividad. Es normal que en una presentación de un proyecto empresarial para conseguir financiación en USA, los inversores valoren que el emprendedor se haya equivocado alguna vez, dado que de los errores se aprende y dificultan otro error posterior. Hay enormes incentivos fiscales a los inversores en nuevos proyectos.
Debemos hacer en España algo similar, más que la ley de “start ups”. Igual que en Madrid se va a permitir, esperemos, que los inversores residentes en el extranjero tengan unas ayudas fiscales muy significativas, debemos hacer algo similar con los emprendedores que empiezan una actividad o quieren aumentar su actividad comenzada y que se va afianzando. Mayor facilidad de crédito, mejores incentivos fiscales, reducción de cuotas a la Seguridad Social durante más tiempo. En resumen, más apoyo a quien se “juega los cuartos y su esfuerzo” para que al final la Sociedad española sea más rica y el emprendedor o empresario también.
Mi experiencia del año 1989, que relataba en mi pasado artículo, fue positiva, pero tremendamente exigente desde el punto de vista financiero, tanto en el inicio como a lo largo de la vida del proyecto. Tenemos la obligación de hacerlo más fácil para las nuevas generaciones de personas que van a crear la riqueza que nuestros nietos van a disfrutar.
No puede ser que la creación de empleo en España se sostenga sobre el empleo público creado desmedidamente por el Gobierno. No es gratis. Lo vamos a pagar todos. Los primeros, los pequeños y medianos empresarios y los emprendedores. Ayudémosles sin vacilación, entonces. Y, sobre todo, no les insultemos. Debería ser delito. Gracias anticipadas.