Ya conocerá usted, ilustrado lector, la fábula del escorpión y la rana.
El pobre arácnido, por muchas promesas que alcanzó a hacer, no pudo cumplirlas; pues su naturaleza era mucho más poderosa.
Los animales, entre ellos los humanos, no podemos evitar sucumbir a nuestras pulsiones más primarias: El escorpión, pica; el infiel, traiciona; el mentiroso, engaña.
El principio de la reinserción, por mucho que duela a nuestra conciencia democrática, tiene disfunciones. Y es que, por ejemplo, el político corrupto no puede reintegrarse en la sociedad, aunque se le amnistíe; pues nunca ha salido de aquella: es un elemento perfecto en ella e, incluso, la dirige.
La sociedad no es bondad ni pureza, sino contradicciones y términos medios. Es en esas circunstancias en las que debemos sobrevivir, por lo que no es extraño que, ante la contrariedad, sucumbamos a nuestra naturaleza.
Cuando el mentiroso actúa conforme a su impulso, lo hace por su propia debilidad. Considera que la realidad no le es útil o beneficiosa y, para intentar que lo sea, procura moldearla con mayor o menor astucia.
Cuando el infiel engaña, lo hace por su propia vacuidad. No es capaz de mantener la promesa hecha porque se encuentra ante una profunda inseguridad propia.
Y cuando el escorpión pica, lo hace porque su composición biológica le obliga a inocular su veneno.
Así, cuando el Presidente del Gobierno engaña a los ciudadanos, lo hace porque no puede evitar ser como es; y cuando el Presidente de la JCCM finge oponerse a su jefe con grandes palabras, no puede evitar que, en el momento de la toma de decisiones, su fuerza verbal caiga en el ridículo de los hechos.
Cuando Page se opone públicamente a Sánchez, lo hace sólo por ser la estrategia más rentable. Los ciudadanos no soportamos el daño que se inflige a nuestra Nación por la naturaleza vil de la persona que ostenta la Presidencia del Gobierno y de quienes se sientan en su Consejo de Ministros. Page lo sabe y, al enfrentarse a las elecciones del próximo mayo, sencillamente, finge.
Y finge porque está en su naturaleza hacerlo. Finge porque no puede hacer otra cosa. Finge porque, si verdaderamente sus palabras se convirtieran en hechos, ordenaría a sus diputados en el Congreso votar en contra del latrocinio que se va a producir. No lo hace. No puede. Su naturaleza no se lo permite. Por ello, sólo finge.
Y es que, el escorpión, pica; el infiel, traiciona; y el mentiroso, engaña.