La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

España no se merece esta soberbia


Llevamos varios días soportando la huelga del transporte que está colapsando la distribución de mercancías por todo el territorio peninsular. Dejando por sentada mi repulsa por los puntuales actos vandálicos y destructivos que no ayudan a la digna demanda de las causas de la misma, el problema se está enconando de manera suprema. A la fecha del envío de esta opinión, el Gobierno sigue sin aceptar reunirse con los convocantes de la misma y promete que antes de que finalice la semana dejará solucionado el conflicto. Dejando por sentada mi opinión de que esta actitud tiene un tufo a soberbia, impropia de los representantes del pueblo soberano que les ha elegido para tales cometidos, esta herida está lejos de cerrarse en la sociedad. Mal acuerdo puede pactarse si la solución solo se aplica a ciertos sectores. Es la calle por entera la que clama que el exceso impositivo en las energías, traducido en el doble de recaudación por parte del Estado, se reduzca como sea para evitar el impacto del precio del combustible en toda la sociedad. Si el producto llega a los puntos de venta pero el ciudadano reduce su capacidad adquisitiva, la compra será más reducida y eso traerá desempleo o pobreza. No se puede tratar de esta manera al pueblo soberano, no, no y no.

La Ministra de Trabajo ha manifestado su disconformidad con la bajada de impuestos a “todos” (curiosamente no a todas y todes) porque “la sanidad y la educación se sostienen con fondos públicos”; sin embargo, esos servicios ya se sostenían durante decenios sin  soportar inasumibles precios en la energía. El 52% del precio de la gasolina y el 48% del precio del diésel corresponden a impuestos estatales, lo que hace imaginar la desmesurada cifra recaudada mientras empresas y familias se arruinan. Supongo que su oposición se basa en la impresionante deuda pública total que tiene esta nación llamada España: 1.862.783.565.996 euros. Claro que en lo que escribí la anterior cifra, la página oficial donde la estaba consultando en tiempo real ya ponía otra cantidad y subiendo: 1.862.783.991.588. Una deuda pública por cada habitante que esté naciendo en este momento de 32.065,2375. Inasumible.

¿Cómo quiere el señor Borrell que bajemos unos grados la calefacción para ahorrar, si el ejemplo del Gobierno español, de su partido, sigue manteniendo la incomparable cifra de 23 departamentos ministeriales? Por cierto, ¿dónde está el Ministro de Consumo?  El es quién  debería  ser el verdadero fiscal político en defensa del pueblo  contra todos estos impuestos que le arruinan.

Eso sí, debe explicar que el barril de Brent se cotizaba hace 14 años a 132 dólares cuando las gasolinas nunca superaron el listón de los 1,30 euros. Por el contrario hoy el precio de barril de Brent se cotiza mucho más barato, a 106 dólares, pero el precio medio de la gasolina en España es de 2 euros. ¿Nada tiene que decir el Gobierno a esto? ¿Quizá estiman que a las gasolineras solo van a repostar los ricos? Pues bien, con este escenario, la señora Díaz marca como solución un impuesto extraordinario a las eléctricas por ser las mayormente beneficiadas de esta situación. Quiero corregirle pues el mayor beneficiario de esta subida es precisamente la hacienda pública administrada por su “Gobierno recaudador” que ingresará anualmente más de 22.000 millones de euros en impuestos de los combustibles, sin contar el gas y la electricidad. 

Pero aún la situación se puede agravar más porque el Gobierno planea subir los impuestos a los combustibles si se reducen los de la electricidad. Recordemos la obsesión de la señora Ribera contra el diesel y todo lo que suene a motor de combustión interna. Y es que la responsable de Transición Ecológica ha prohibido la prospección de petróleo en todo el territorio nacional. No quiere poner  inmediatamente a producir energía eléctrica a todas las térmicas que están paradas en España. Ni hablar de las nucleares cerradas por las que pagamos moratoria en cada recibo y que podían estar forzando en este momento la bajada del precio de la electricidad. Esa misma señora que evita hablar de nuevos pantanos, y que pasa de puntillas por todo el potencial de la biomasa en este país que equivale a dos centrales nucleares de las más grandes.   

Pero bien sabe que la solución del motor eléctrico y la batería no va a rebajar las emisiones de C02 porque durante el confinamiento mundial se demostró que los niveles de emisión se redujeron solo un 12% en el mundo (y cocinados) cuando ni volaban los aviones, ni circulaban los trenes, camiones, automóviles, fabricas etc. La temperatura media aumentará irremediablemente porque el cambio climático que está viviendo y vivirá el ser humano será brutal según algunos científicos. 

Sin embargo la solución inmediata pasa por la adaptación y reducción. El negacionismo gubernamental que vivimos, a la vista de lo anterior, hace que no se reconozcan las mayores fuentes emisoras porque esas “no dan negocio”. Las soluciones eficientes ni están ni se las espera. Al menos por parte de un Gobierno que ni se acuerda de la biomasa como alternativa;  reniega del embalsamiento de agua (que también aporta energía eléctrica limpia) necesario para tiempos de lluvias torrenciales o sequías extremas futuras. Olvida al medio rural y la importancia de la ganadería como medio de prevención de los incendios o de las emisiones naturales de los sistemas vegetales desbocados por la despoblación en todo el mundo (parte del aumento del C02 mundial) Gobierno que a esta fecha no ha propuesto sembrar todos los barbechos excepcionalmente con girasol, u otro cultivo deficitario. Que reniega de la diversificación de la población,  negando servicios ferroviarios e  internet digno al medio rural, y otras muchas soluciones de adaptación que están muy lejos de la panacea del “coche eléctrico”. Solo el necesario respaldo de almacenamiento, baterías,  de la solución eléctrica a sus planes costaría a este país más de 2´2 billones de euros. Con los actuales precios de la electricidad nadie se cree que esa pueda ser una buena alternativa, pues pagaríamos lo mismo que por las gasolinas cuando fuéramos a repostar.  Un Gobierno que debiera trabajar por el bienestar de la población a la que representa, impidiendo la pobreza energética que sufre y abocando a una posible situación de hambruna. Hemos fallado liquidando reduciendo presupuestos de defensa; cerrando una admirable red ferroviaria convencional estratégica; destruyendo la también red estratégica nacional de silos de cereal, sabiendo que dependíamos del grano exterior de Ucranía. Poco se ha hablado estos día del protagonismo estratégico que tiene el ferrocarril para garantizar el abastecimiento a la sociedad. Ya lo dije en anteriores entregas de este digital. El ferrocarril es esencial en momentos como este, y su transporte de mercancías estratégico también garantiza al complemento de la carretera pero con radios más cortos que permite al transportista el regreso diario a su domicilio. No hay que decir mucho más sobre el ferrocarril convencional y la política que se sigue con su desmantelamiento. Bien desmantelado está el mercancías pues más del 90% ya está en la carretera por si ahora nadie se había enterado. La radicalidad ideológica de este Gobierno llega a extremos inaceptables, mientras el Presidente se ha pasado una semana de gira por Europa para presentar un plan de reducción del precio de la electricidad y combustibles  que otros países ya han aplicado sin preguntar a nadie, y a “todos, todas y todes”.  En fin….que suene la lira Pedro Augusto. 

 

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