La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Especie en peligro


Uno de mi barrio me ha dicho que tiene un amigo que conoce a un tipo realmente raro; es decir, moderadamente feliz.

Me cuenta este vecino que, según le ha dicho su amigo, el tipo tiene trabajo fijo desde hace más de veinte años –ocho horas diarias más las correspondientes extras ‘por necesidades del servicio’-, lo corriente. Es padre de tres hermosos hijos, un varón y dos hembras (en edad de merecer), a punto de finalizar los estudios de bachillerato y con posibilidades de entrar en la universidad.

No se le conocen líos de faldas, ni deudas importantes, le encanta salir de puente, con la familia, a disfrutar de la playa o de los encantos de la sierra. Nunca pone mala cara si vienen los suegros a comer (o cuando hay que llevarlos al pueblo a pasar un domingo con el resto de la familia) y es respetuoso con el medio ambiente.

Dice mi amigo que, este tipo, es aficionado a los crucigramas y pasatiempos de los dominicales, al cine en general y en especial a las películas del Oeste, las clásicas, y se suele dormir cuando escucha a los políticos y sobre todo, con los programas de Tele Cinco y las galas de clasificación para Eurovisión.

Los sábados, cuando sus chapas no se lo impiden, hace junto a su ‘parienta’ la ruta de los supermercados, viendo ofertas y cargando sin rechistar las enormes bolsas de la compra semanal.

Aparca el coche siempre en el lugar que corresponde, sin ocupar dos plazas ni mucho menos en el espacio reservado a discapacitados. Es fumador, moderado; le encanta el fútbol, los toros, las carreras de Fórmula Uno (a las que se aficionó con Alonso y ahora con Carlos Sainz), las verbenas de barrio y las fiestas de pueblo. No ha tomado jamás rayos Uva, ni se le ha ocurrido depilarse el pecho o las piernas.

Ante la descripción que mi vecino hacía de este tipo, no tuve más remedio que preguntar el motivo por el que su amigo piensa que es un personaje raro, que no parece ser de este mundo.

“¿Te parecen pocos motivos?”, me dijo; y añadió: “fíjate si será raro que, encima de todo, el tío ni siquiera presume ante los amigos de su heterosexualidad y de que le gusta la navidad”. Ante tal respuesta, no supe qué contestar. Di media vuelta y, camino a casa, fui pensando en que realmente, gente como ésta ya va quedando poca; vamos, que ya casi no hay, y que es una especie en peligro de extinción.


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