La Opinión de Cuenca

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Árboles


De una u otra manera, siempre vivimos tiempos de cambio, cosa distinta es su intensidad. Un cambio que muchas veces esconde inmovilidad, porque es un cambio pendular, y de un extremo a otro, el péndulo pasa una y otra vez por el mismo punto.

En un extremo, hemos pasado lustros en los que los arboles parecían cosa antigua frente a un urbanismo tan moderno como rabiosamente hormigonado.

Con ese adanismo que caracteriza a la sociedad occidental, los árboles en el entorno urbano sonaban a antiguo y a pueblo. Y por eso se han talado con cierta frivolidad, incluso centenarios, cuando el empuje del hormigón, el ladrillo y la modernidad lo han demandado.

En este extremo del péndulo, hemos llegado al paroxismo de desconexión de la naturaleza en las ciudades como imagen y emblema de progreso en nuestra civilización tecnológica.

En Cuenca tenemos muchos ejemplos, el de la plaza mayor el más llamativo sin duda. Granito en lugar de hormigón y ladrillo, pero adiós a los árboles. La obra del homo sapiens sin rastro de la mano de la naturaleza.

El caso es que el péndulo empieza a moverse, y vemos edificios en avanzadas ciudades del mundo cubiertos de vegetación como signo de la nueva y pendular modernidad.

Tan es así que ya hay evidencias de que la clase social del barrio determina la cantidad de sombra en sus calles. La sombra, antes demodé, ahora privilegio de clase.

Y no se trata solo de disfrutar del contacto con la naturaleza en medio del ladrillo y el asfalto, también se trata de regular la temperatura, porque, precisamente por esa civilización desconectada de la naturaleza, el cambio climático llama a nuestra puerta.

Y resulta que, sin necesidad de un aumento en la temperatura media por efecto de la mano del hombre, en Cuenca disfrutamos de siempre de veranos tórridos.

Valga esta pequeña reflexión para empujar un poco al péndulo, y que en Cuenca cambie de sentido. De modo y manera que, en primer lugar, nos lo pensemos dos veces antes de talar un árbol y, en segundo lugar, dediquemos tiempo y energía a buscar ubicaciones que recuperen la presencia del árbol y la vegetación en la ciudad, a fin de cuentas, tenemos en las hoces el mejor ejemplo posible.


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