Lugares de paso, de intercambio, propicios al comercio, son proclives al desarrollo económico y la riqueza. Se intercambian en ellos mercancías y también cultura. No en vano es en torno al mar Mediterráneo que nació la civilización occidental.
En términos demográficos y de intercambio económico, Cuenca es una isla, y la cuestión es que, por razones geográficas, no debería serlo.
Porque Cuenca, geográficamente, es lugar de paso entre Madrid y Valencia, en un punto intermedio entre el lugar de intercambio de toda España que es su capital, y de esta con un potente puerto mediterráneo.
Soria y Teruel, provincias hermanas en el drama de la despoblación, no son sin embargo lugares de paso, no cuando menos en los actuales ejes de intercambio económico, y por ende demográfico, de nuestro país.
La lucha por el futuro de Cuenca siempre fue por tanto la lucha por las infraestructuras de comunicación. Empezando por el ferrocarril Madrid-Cuencas-Valencia, y terminando por la vía de comunicación por carretera que ya en los años veinte del siglo pasado se llamó “Autopista Madrid-Valencia”.
Y mientras los conquenses pugnábamos por ese futuro (plataformas por la Autovía, el ferrocarril convencional, el Ave), las decisiones que nos venían dadas desde Madrid y Toledo operaban en sentido contrario. Un buen amigo siempre dice que, a través de estas decisiones, la provincia ha sido finalmente centrifugada. Incluso el trasvase tiene impacto en este sentido, en tanto en cuanto corta con su trazado vías de comunicación y de intercambio.
En lo tocante a la articulación socioeconómica de la provincia, es sangrante la recurrente negativa a acometer la autovía Cuenca-Albacete, en un trazado en forma de Y que contribuyera a ese objetivo.
Por otra parte, el trazado de la A40, que ni está ni se le espera, convierte la autovía que nos conecta con Madrid en lugar de fin de trayecto, no de paso.
Desde luego que no es cuestión de desmerecer a Soria y Teruel, antes, al contrario, pero son provincias compañeras en un grupo al que Cuenca, por razones meramente físicas y geográficas, no debería pertenecer.