Se habrá percatado usted, avezado lector, cómo, tras las pasadas elecciones del 28 de mayo, algunas personas que acaparaban sin cesar los titulares de todo tipo, se mantienen hoy -digámoslo de forma suave- ausentes.
¿Qué les habrá pasado? Nos preguntamos algunos, mientras observamos el vacío que han dejado ciertos cargos orgánicos y ciertos presidentes autonómicos que, sencillamente, permanecen callados.
¿Tramarán algo? Quien sabe.
La realidad, vista por quien puede observarla, es que el adelanto electoral ha dejado a muchos en silencio; y son los mismos que, cuando se jugaban su pellejo político en las pasadas elecciones, hacían un ruido ensordecedor. Hoy, en cambio, se ausentan de reuniones de partido, evitan apoyar explícitamente a su propio candidato o, para no pecar, sencillamente callan.
Hasta ha tenido que salir un ex Presidente del Gobierno -demasiado ligado al que se juega el mayor sillón en disputa- a rogar a los ´barones´ que hagan campaña por su propio candidato. ¿Acaso un partido que tiene que obligar a sus militantes a apoyar al jefe está en condiciones de liderar nada? (¡Qué diferente es en la alternativa!; las comparaciones son odiosas…)
Las distintas federaciones se organizan y, luchando por los puestos en juego, demuestran sus carencias o fortalezas con sus victorias y sus derrotas.
Pero no se deje engañar, querido lector, porque, aunque hoy quizá no vea a ciertos barones hacer campaña por el jefe, la harán, no lo dude. Todo es estrategia bien medida. Le darán la vuelta a la tortilla y defenderán sin rubor, como han hecho siempre, que de quien huyeron en las elecciones autonómicas, es hoy la mejor opción; pues al fin y al cabo mejor son los suyos, aunque malos, que los otros, aunque buenos.
Por ello, quienes tienen al enemigo en casa y ven peligrar una posición de privilegio, fomentan la división en el adversario para conseguir que, aunque los votos globales sean más, los escaños no lleguen a sumar por los pocos diputados a repartir.
La culpa no es de D´Hondt, sino de las circunscripciones, que son muy pequeñas; nos repetía un magnífico profesor de Constitucional. Y es cierto. No nos engañemos a nosotros mismos: al único a quien beneficia que el voto esté dividido es al que ha adelantado las elecciones; y por eso lo ha hecho. No le demos ese gusto.