Hoy, 8 de marzo…, me pregunto: Las cicatrices del mundo, las heridas, el dolor,… ¿Cómo encontrar la salvación? ¿Cómo ser humano, mujer y hombre… ni más ni menos…? Para Ida Vitale la poesía busca sacar de su abismo ciertas palabras que puedan constituir un tejido de cicatrización tras el que todos andamos sin saberlo.
Fortuna
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
-Ida Vitale, Trema, 2005-
El poema Fortuna reivindica la condición femenina, reclama el derecho a vivir libremente, conforme a ideas propias, libertad física; denuncia la mutilación, la compra y venta en algunos lugares del mundo, el ser tutelada por los parientes masculinos y el poder ser matada por supuestos pecados… “Ser humano y mujer, ni más ni menos”.
Ida Vitale (Montevideo, 1923), poeta uruguaya, profesora, crítica, ensayista y traductora; de milagrosa energía, exquisita educación, fuerte y sencilla, de cuerpo pequeño, que aborda la vida con seguridad y determinación; proviene de una familia culta y cosmopolita; le gusta resaltar que se crió y formó con mujeres trabajadoras y lectoras, que nunca se sintió inferior a ningún hombre. Siempre se sintió libre entre los libros. Se adscribe a la corriente literaria uruguaya denominada “Generación del 45” y se inscribe en la tradición de las vanguardias históricas latinoamericanas, influidas por los “ismos” europeos de entreguerras. Debido a la dictadura cívico-militar de Uruguay (1973-1985) se exilió a México en 1974; en ese país se involucró en la vida cultural y literaria. En 1986 se marchó a Estados Unidos y se instaló en Austin (Texas); tras permanecer allí treinta años, regresó a Montevideo.
Para Ida Vitale Las palabras son nómadas; la mala poesía las vuelve sedentarias. Representa a la poesía esencialista. En sus poemas hay una búsqueda del sentido de las palabras que se consagran a la pureza del lenguaje preciso y marcado por el exilio, que ella considera positivo porque le ayudó a despegar y a enriquecer su mundo y su actividad, a pesar del dolor. Lectora y descubridora de Delmira Agustini y de María Eugenia Vaz Ferreira; Gabriela Mistral la motivó a escribir poesía lírica. Pero sus grandes referentes fueron José Bergamín, su profesor en Montevideo, y Juan Ramón Jiménez, a quien conoció en persona, haciendo suyo el consejo que nunca olvida: “lo mejor que se puede hacer es escribir y guardar”, a lo que ella añade: guardar y olvidar. La palabra ha de nombrar el mundo para iluminarlo, transformarlo y salvarlo; palabras “armadas en la boca del lobo, palabras que muerden”. Ha traducido del francés y del italiano a Simone de Beauvoir, Benjamin Péret, Gaston Bachelard, Jacques Lafaye, Jules Supervielle, Jean Lacouture Mario Praz y Luigi Pirandello.
Su obra poética más importantes se concentra en títulos como La luz de esta memoria, 1949; Oidor andante, 1972; Sueños de la constancia, 1988; La luz de esta memoria, 1999 y Mínimas de aguanieve, 2016; Su obra lírica está recogida en Poesía reunida, Tusquets, 2017. Es Premio Nacional de Uruguay, Premio Octavio Paz, Premio Alfonso Reyes, Premio Reina Sofía y Federico García Lorca en España, el Max Jacob en Francia.
En 2018 recibió el Premio Cervantes, la mayor distinción de la literatura en lengua española. Al terminar el discurso acalló los aplausos con estas palabras: Querría hacerme perdonar la audacia de venir aquí, a este lugar, y meterme a hablar de Cervantes. Fue una lección de humildad, erudición y espontaneidad de Ida Vitale.
Hoy quisiera destacar de aquel discurso: Mi devoción cervantina carece de todo misterio. Mis lecturas del Quijote, con excepción de la determinada por los programas del liceo, fueron libres y tardías. En realidad, supe de él por una gran pileta que, sin duda regalo de España, lucía en el primer patio de mi escuela. Allí nos amontonábamos en el recreo en busca de agua, y día tras día, me familiarizaba con las relucientes baldositas que contaban, sobre inolvidables cielos azules, la policroma historia que, según supe luego, era la de aquellos desparejos jinetes. No faltan claro, los molinos, los muchos episodios en que don Quijote terminaba por los suelos. Ya adolescente, me regalarían el volumen ilustrado y muy cuidado, que todavía prefiero a la menos infantil edición de Clásicos Castellanos,…
De su admiración por el “maravilloso mundo cervantino” no hay duda; pero Ida Vitale dio testimonio de humildad como poeta al disentir con Cervantes: Con todo lo que las afirmaciones de don Quijote, prudente y aun sabio, me reclaman de acatamiento, para terminar debo disculparle una afirmación que como suya, podría ser aceptada sin más: ‘Que no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo’. No es mi caso, puedo asegurarlo.