La Opinión de Cuenca

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La vuelta al colegio tras las vacaciones: La lucha de Cronos y la biología


Cuando les pregunto en la consulta a mis pacientes si tenían ganas de volver a clase tengo dos grupos bien claros: los más pequeños que están muy contentos por volver a ver sus amigos, a sus profesores, a las actividades deportivas o a sus clases extraescolares y los mayores que preferían seguir de vacaciones. Después de estar cerca de 3 meses, que les parecen cortos a ellos, y se hacen eternos a sus madres y padres. El punto de corte se llama adolescencia. La razón profunda puede tenerla la cronobiología. Cronos era, en la mitología griega, el dios del tiempo, de las edades del hombre, conducía el movimiento de los cielos. Lo representaban con alas, con un reloj de arena en la mano y también con una guadaña como alegoría de la muerte. Saturno su equivalente romano se comía a los niños en los cuadros de Goya (como se les paso en algún momento del verano por la cabeza a alguno de los progenitores de mis pacientes).

Una gran parte de nuestra vida y de nuestra salud física y mental está relacionada con los ritmos:  es rítmico nuestro corazón desde que empieza a latir hasta que morimos; los bebes recién nacidos se tranquilizan y los prematuros tienen menos complicaciones cuando escuchan el latido del corazón y sienten el calor de su madre al abrazarles (piel con piel). Pero tambien tenemos ritmos biológicos, tanto diarios, semanales, mensuales o estacionales. El cambio o la ruptura de esos ritmos se produce por razones biológicas, al pasar de la infancia a la adolescencia, pero sobre todo por cuestiones sociales. Cuando somos adolescentes o adultos jóvenes nos encanta trasnochar diariamente, dormir hasta medio día, forma parte de esa lucha contra lo que la biología ha establecido, nos creemos inmortales. Pero Cronos, el tiempo, nos iguala, cuando envejecemos volvemos, como los niños más pequeños, a necesitar regular nuestras necesidades biológicas con horarios más estrictos de alimentación, ciclos regulares de actividad y sueño, hábitos y costumbres que nos hacen sentirnos mejor. La biología y la salud se altera en los jóvenes transgresores de esos ritmos, con mayor propensión a adicciones, trastornos mentales, alteraciones cardiovasculares o problemas nutricionales. 

Desde la antigüedad la humanidad se ha adaptado a esos ciclos de actividad y descanso que comienzan por el día y la noche, la semana y el fin de semana, el mes (con el ciclo menstrual en las mujeres), las estaciones con la siembra en el otoño y la recogida de frutos en el verano. Todas las religiones marcan un día de descanso semanal; los sindicatos y partidos obreros luchan por regular el horario laboral, el día libre o festivo y las vacaciones. Todos los pueblos que viven del campo tienen ferias y fiestas al final del estío para descansar y celebrar la cosecha como fin de ciclo, después viene el otoño y de nuevo el trabajo: el día de San Miguel en mi pueblo se renovaba el contrato a los tractoristas que cultivarían de nuevo la tierra. Pero desde el invento de la luz eléctrica y de las ciudades que no duermen hemos visto como se han roto esos ciclos. Nuestros hijos tienen problemas de insomnio por el uso de pantallas que emiten luz que vuelven loco a nuestro reloj biológico localizado en una parte del cerebro que se llama glándula pineal y que produce melatonina. Cuando rompemos esos ciclos o cambiamos nuestros hábitos bruscamente nuestra salud lo paga. Me llamó siempre la atención la sabiduría del padre de un amigo, que era pastor, y siempre tenía el reloj con el mismo horario, no cambiaba de invierno a verano, porque si no sus ovejas no daban leche. Lo recuerdo cuando viajo en avión y me tomo la pastilla de melatonina para evitar el jet-lag, si no, no soy persona ni rindo durante algunos días. 

Pues a los niños les pasa lo mismo necesitan armonizarse con los horarios de sueño, de comidas, con la actividad y el descanso. Es fundamental hacer adaptaciones progresivas acostándose antes, levantándose más temprano, evitar el uso de pantallas sobre todo por la noche, normalizar los horarios de comidas, cenar pronto, hacer actividad deportiva diaria. Si lo hacemos así, los niños no estarán cansados, ni deprimidos, ni enfadados, rendirán en el colegio, querrán apuntarse a extraescolares, harán más deporte y serán más felices y saludables. Ellos y sus familias. Si no vendrá Cronos con su guadaña y el espíritu de Saturno se apoderará de nosotros.     

(Constancio Medrano López, es cardiólogo Pediatra)     

 

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