La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Non multa sed multum


“No muchas cosas, sino mucho” sería la traducción literal de este lema que tuvo gran difusión en el mundo clásico y en el Renacimiento. Aparece por vez primera recogido en Plinio el Joven (Ep. 7,9) y es recogido también por Quintiliano ( Inst. X, 1, 59). Plinio le dio inicialmente un significado restringido para referirse de manera específica a la lectura. “Hay que leer mucho, no muchas cosas” (multum legendum esse non multa) y posteriormente se ha ido expandiendo este significado a campos semánticos más amplios para indicar que cualquier actividad humana, la jurídica, la cultural, la científica, la económica… debe atender más a la calidad del trabajo, de los argumentos, y a su profundidad y seriedad que a la cantidad dispersa e insustancial de los mismos, aunque sean muy abundantes. Con esta acepción más amplia, el lema es retomado entre otros, por Schopenhauer para colocarlo como cabecera de sus obras, en una clara alusión a la verborrea desmesurada de Hegel. En román paladino, en qual suele el pueblo fablar a su veçino: “ Más caga un buey que cien golondrinos”.

He querido traer el lema a esta sección y aplicarlo con este significado más amplio a nuestro entorno más inmediato para relacionarlo con algunos asuntos diversos que me han llamado la atención estos últimos meses; el primero hace referencia a la proliferación de la palabra Cuenca en cualquier sintagma cuya pretensión sea dar nombre a una iniciativa  innovadora como movimiento político, cultural, asociativo, técnico, industrial o celestial si hace falta; el segundo de estos asuntos va referido a la infinidad de obras e inauguraciones que se anuncian cada día; y el tercero, a la también abundantísima producción cultural que invade  la ciudad día sí y día también, salvedad hecha de la pandemia.

Hago un breve recordatorio del asunto primero: Cuenca en Marcha, Cuenca Nos Une, Ahora Cuenca, Cuenca Vaciada, Cuenca Abstracta, Manifiesto por Cuenca, Cuenca News, Voces de Cuenca, La Opinión de Cuenca, Cuenca In, Cuenca On… y seguro que la relación podría ser aún más larga. Pero, a mi modo de ver, muchas Cuencas y no siempre CUENCA; “ multa non multum” al fin y al cabo. Sin ánimo de molestar a ninguno de los generosos promotores entusiastas de tanta iniciativa, me permito recordarles con Plinio que no siempre la cantidad corre pareja con la calidad y que tal vez esos esfuerzos, unidos e integrados, podrían  llegar a mejor fin si dejamos cada uno de mirarnos al ombligo y miramos de verdad al ombligo común; como en algún momento sucedió con la Plataforma Proautovía y Ave por Cuenca- hasta que las veleidades políticas de algunos truncaron iniciativa ciudadana tan fecunda- o como ahora mismo ha sucedido con la asociación de trabajadores penitenciarios Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM),  cuya implicación entiendo que ha sido definitiva para fijar en Cuenca la sede del Instituto de Estudioas Penitenciarios . Con independencia de ilusiones ópticas pasajeras, las reivindicaciones sociales pueden -y acaso deben- tener un origen popular pero siempre se han de tramitar por un cauce representativo en las urnas que en un sistema parlamentario ostentan los partidos políticos, que ya están inventados, y que se someten cada cierto tiempo al estrecho filtro de las urnas. Si ya son muchos estos, aún serán multitud otras iniciativas que intenten suplirlos: multa non multum. Valgan para despertar la conciencia ciudadana y elevar las críticas a los responsables de las instituciones, pero mal asunto si pretenden suplirlas como a veces parece.

Cambiando de tema, raro es el día en que no se nos anuncia a bombo y platillo la inauguración de un magno acontecimiento: el arreglo de una alcantarilla, la inauguración de un paso de peatones, el cambio de bombillas, la ampliación de una rotonda, el cambio de sentido del tráfico, una exposición interestelar, el cambio de baldosas, el podado de los árboles, un pipi can maravilloso, aunque sea como propuesta ciudadana, o el cambio de iluminación de las Casas Colgadas. Muchas cosas ciertamente pero, salvo raras excepciones, en poco contribuyen al progreso verdadero de la ciudad si no es al entretenimiento de la cada vez más numerosa masa ociosa y jubileta que se siente feliz en este maremágnum inacabable de hechos insustanciales las más de las veces. Otra vez “multa non multum”, que acaso se pudiera corregir si los responsables no estuvieran tan preocupados por la foto de la inmediatez y ocuparan su tiempo en gestionar asuntos de sustancia  y dejaran estas nimiedades para el trámite ordinario de las crónicas que no han de pasar a la posteridad; para lo mucho, de nuevo, no hacen falta muchas cosas sino las verdaderamente estructurales, como alguna vez han acontecido intra y extramuros: Parador de Turismo, Auditorio, AVE ,Paseo del Júcar, Consorcio o Ronda Oeste que sí cambiaron la faz de la ciudad pero a las que no se ha añadido nada destacable en la última década; perdón, se me olvidaba el magnífico poder transformador que ha supuesto intervenir sobre Carretería.

El tercero de los asuntos al que me quería referir tampoco tiene desperdicio y está directamente relacionado con el mundo de la cultura. Unas pocas acciones notables nos pusieron en el mapa: Museo de Arte Abstracto, Semanas de Música Religiosa, algún que otro museo verdaderamente excepcional, la non nata JONDE y nuestro patrimonio natural que, todo unido, permitió el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad e hizo creer a algunos que nuestro futuro podría estar ligado al turismo y a la cultura como industria. Pues bien, el museo duerme su exquisita senectud, de las Semanas, mejor no hablamos, la JONDE y el Conservatorio Superior volaverunt; “ la vieja ciudad dormía la siesta”, que decía Clarín para Vetusta. Eso sí, exposiciones itinerantes por doquier, música en la calle- de los artistas callejeros-, boletines y revistas de las cofradías de Semana Santa, puestas y quitas de andas,   conferencias y programas culturales para consumo propio y entretenimiento de ociosos que, salvo escasísima excepción, poco contribuyen a la “industria cultural”. Otra vez multa non multum; aserto que acaso no tenga solución hasta que no pensemos en una proyección cultural de calidad y mirando al exterior en lugar de ensimismarnos en el autoconsumo y en las autocomplacencias personales; solo así podremos hablar de una verdadera Industria Cultural, tal y como sugería hace unos días un colaborador de este medio. Otras veces lo hemos hecho y la TAMPM nos ha recordado el camino a seguir para el progreso de la ciudad en sus diversos ámbitos.

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