Es la Cuenca fortificada, amurallada, la que mereció el reconocimiento patrimonial de la Unesco. Una muralla que guardaba a la ciudad y de la que se entraba y salía a través de siete puertas y tres postigos.
Y es a la luna de Valencia que dormían los que, llegados a destiempo a la puerta del mismo nombre, se la encontraban ya cerrada.
Es significativa la recuperación de parte de la muralla en unas obras que se vieron finalizadas allá por el año 1998.
Siglos de historia en capas superpuestas, y es un empeño necesario cuidar de las que vemos y recuperar, en lo que se pueda, las que quedaron ocultas por los cambios de uso y el deterioro.
Se anuncia una inversión de 3 millones de euros a cargo del Ministerio de Cultura que, en Cuenca, serán empleados en actuaciones precisamente en su muralla y el arco de los Bezudo. Una intervención que se prevé también en la iluminación.
Conviene señalar aquí que Cuenca, gracias a su condición patrimonial, recibe fondos que de otro modo no llegarían. Esto es una obviedad, como lo es también que, si dependiéramos de las arcas municipales, poco podríamos hacer.
Es de justicia por tanto que, al emplear estos fondos, pensemos tanto en los vecinos y lugareños como en quienes nos visitan.
Por razones que no hacen al caso, he frecuentado asiduamente en los últimos meses el tránsito por el Arco de los hermanos Bezudo. Siempre un privilegio; de día, de noche, lloviendo, con sol, con bruma, en la soledad igual que con el bullicio de quienes nos visitan.
He presenciado todo tipo de situaciones en la coexistencia, es un decir, de peatones y vehículos en el paso por el puente y el arco. La del puente atestado de peatones con carritos de bebe y las hileras de coches es tan pintoresca como en mi opinión peligrosa. La velocidad con que algunos desaprensivos hacen el trayecto solo merece una respuesta policial. Y es sin duda una experiencia inolvidable que el autobús te coja de noche atravesando el puente y decida no pararse, porque el conductor no te ve o porque no le parece necesario.
Y es al hilo de esta necesaria inversión, que continúe en la tarea de recuperar la muralla, que me parece muy pertinente la propuesta formulada por la plataforma de defensa del patrimonio de Cuenca.
Una pasarela metálica que discurra en paralelo al puente, a su derecha según se baja del barrio del Castillo, una especie de “vía ferrata”. Con una afectación patrimonial mínima, no olvidemos que el hierro y la forja son protagonistas de la arquitectura de la ciudad alta, tanto la vernácula como la monumental, estando presente en la imagen icónica del puente de San Pablo.
Estamos hablando de una intervención modesta con un impacto incalculable en la seguridad y accesibilidad. Un tramo suspendido en el que, tanto foráneos como lugareños, podremos disfrutar con tranquilidad y seguridad de ese pequeño trayecto con vistas impagables, esas que también fueron en su momento merito determinante en la distinción patrimonial mundial de la que se cumplen ahora 25 años.