Seguramente que ustedes habrán pensado en más de una ocasión en la cantidad de personas que sólo ven la vida de forma negativa, reflejada en un constante inconformismo, aunque no deja de ser cierto que éste, el inconformismo, no es en su esencia malo, sobre todo si se sabe administrar y encauzar para lograr unos objetivos que beneficien al conjunto de la sociedad. Es peligroso convertirse en inconformista, aunque haya que tratar de avanzar en el camino de la ambición; de no estar conforme con lo que tenemos en nuestra vida. Justo es, por tanto, buscar la mejora, teniendo en cuenta que sólo se vive una vez.
Inconformismo sí, pero con moderación, y teniendo en cuenta que nunca debe convertirse en una obsesión, sino plantearnos de qué forma podemos trabajar para lograr los objetivos perseguidos.
Viene a colación lo del inconformismo en el ser humano, cuando oteamos el horizonte y vislumbramos las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales. Tiempos de renovación, que los partidos políticos aprovechan para lanzar de nuevo sus propuestas y confeccionar atractivos programas de gobierno, con el fin de captar el voto de los ciudadanos a los que, en teoría, están obligados a servir.
El inconformismo, o el descontento, nos hace estar siempre dispuestos a reclamar lo que creemos justo, sin darnos cuenta de que en la mayoría de ocasiones perseguimos lo imposible y no tenemos consciencia de que somos unos grandes privilegiados si nos comparamos con nuestros semejantes más cercanos.
¿Qué podemos pedir los conquenses a los políticos que nos gobiernan?. Pocas cosas, se me ocurren en este momento, y explico el motivo.
Tenemos una ciudad privilegiada, con un paisaje inmejorable inmerso en la naturaleza salvaje y sin contaminar. Disponemos de autovías que nos conectan con las capitales más cercanas en un abrir y cerrar de ojos. Un ferrocarril que presume de puntualidad británica, que sirve de enlace entre los grandes núcleos capitalinos y los pueblos más alejados de la metrópoli. Una estación de AVE cercana, accesible y de bajo coste, ubicada en un lugar en el que la fragancia serrana se percibe nada más descender del vagón. Somos una de las ciudades que conforman el selecto club de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, título del que presumimos, por la belleza de nuestro casco histórico, bien conservado, limpio, accesible, plagado de actividad cultural y rebosante de excelentes museos, entre los que destaca el Arqueológico, santo y seña de nuestra identidad como colectividad ancestral.
¿Y que me dicen ustedes de la ciudad moderna? ¿Se puede pedir más?. Disponemos de una señalización vial que es la envidia de todos. Disfrutamos con una bien pensada peatonalización, adecuada a las necesidades del abundante y bien surtido comercio del centro capitalino. Por si fuera poco, hubo quien se atrevió a poner en plena calle un ‘tablao flamenco’ tal vez para satisfacer las ansias de bailoteo de alguna minoría. Cierto es que no dio sus frutos el invento, pero ahí quedó…
Somos la admiración y despertamos celos entre el resto de castellanomanchegos cuando llegan a la ciudad y se dirigen a visitar el afamado ‘Bosque de Acero’, obra cumbre del estudio de arquitectos Moneo&Cía, enclavado en el incomparable y bien dotado de infraestructuras ‘Recinto Ferial’, lugar perfectamente acondicionado para la celebración de conciertos multitudinarios durante los meses de verano, promoviendo de esta forma el ocio y el disfrute de cientos de vecinos de la zona, deseosos de que llegue la temporada estival y con ella, las músicas armoniosas del rock and roll y el ‘perreo’. ¿Se puede pedir más en una ciudad de este tamaño? ¡Claro que sí, pero pedir más sería, más que justicia, egoísmo, porque somos ejemplo de ciudad sostenible, saludable, imitable, incombustible y un largo etcétera de ‘ibles’ que ahora mismo no se me ocurren, pero que seguramente se podrían aplicar a nuestro pequeño entramado urbano.
¡Pero no se vayan, que aún hay más!. ¡Cómo es posible que haya inconformistas que pidan machaconamente que se termine de construir el hospital nuevo! ¡Lo siguiente será que quieren una autovía con Teruel, otra con Albacete y que la Madrid-Valencia pase por Cuenca en vez de tener que viajar hasta Motilla!. ¡Vamos por dios, pero esta gente no se conforma con nada!. Y lo malo no es que no se contenten con lo que hay, sino que pidan más títulos para nuestro Campus Universitario. ¿Qué quieren, tener también Medicina, Ingenierías y disciplinas de futuro? ¿No se conforman con tener una de las Facultades de Bellas Artes más punteras del mundo, modelo en el que tienen puestos sus ojos los grandes coleccionistas, al comprobar la calidad de las obras de sus alumnos y las grandes ‘performances’ con las que nos sorprenden? ¡No seamos egoístas y pidamos con moderación y cordura, para no hacer bueno aquel viejo el refrán que dice: “Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”.
Lo dije al principio y me reitero: Nos quejamos de vicio.