Era ingenuo pensar que no tendría consecuencias. Me refiero a ese deseo de padres y madres conquenses de que sus hijos/as, llegada la edad adulta, se marchen a encontrar fuera de Cuenca lo que dan por hecho que dentro no lograrán.
Se asume como un destino, si no deseable, en cierto modo inevitable.
Y la resultante de tanto afán paterno/materno filial se traduce en lo que termina siendo el azote de cualquier asentamiento humano: la despoblación.
Sendos anuncios en otras tantas webs inmobiliarias nos sirven de anécdota singular que, sin esfuerzo, elevaremos a categoría.
Reflejo del monumental pasado de Cuenca de mano de la Iglesia, encontramos a la venta el que fue convento de las Siervas de Jesús de la Caridad. 32 habitaciones y patio de 500 m2 en 1.350 m2 útiles junto a la iglesia de El Salvador.
“Casona palaciega” reza el otro anuncio, en la hoz del Huécar, 1.200 m2 útiles repartidos en 26 habitaciones mas jardín. Nos informa el anuncio de seis generaciones de una misma familia habitando esta casa con vocación de palacio, no habrá una séptima.
A la singularidad de estas y otras propiedades, sin uso o en venta, se une el común de las casas vacías, especialmente en nuestro casco.
Y para no desmerecer el paisaje así conformado, son muchos los metros cuadrados de edificios de propiedad de las distintas administraciones con una utilidad que, ni está ni se la espera.
Por tanto, la única estrategia sensata para el futuro de Cuenca, si es que alguien lo busca, que a veces lo dudo, pasa por la repoblación de esta tierra, ciudad y provincia.
Y para ello conviene dar facilidades, como se hizo en la repoblación primigenia, para que hombres y mujeres de otros lugares decidan vivir y laborar en Cuenca.
Y a estos efectos, parece de cierta lógica poner, desde la iniciativa pública, a disposición de empresarios y emprendedores siquiera una parte de ese patrimonio inmobiliario, tan baldío como, muchas veces, singular.