Seguro que le ha pasado a usted alguna vez que ha llegado tarde y los Reyes de España le han tenido que esperar en el coche.
¿A quién no le ha pasado semejante cosa?
Es de lo más ordinario. Uno se lía en su casa fregando los cacharros y, cuando se quiere dar cuenta, se le echa la hora encima. Llegar tarde al desfile del Día de la Hispanidad es de lo más normal. Nada tiene que ver con el afán de protagonismo al que nos tiene acostumbrados una presidencia del gobierno cada vez más descolocada. No sea usted mal pensado.
Además, lo de llegar con retraso suele ser habitual en España -a lo que nos interesa, claro-. Puede verlo al transponer tarde algunas directivas europeas o al aplicar con calma beneficios consagrados por la Comisión Europea sobre las tres provincias con menor densidad de población del país.
Lo del desfile es otra muestra del retraso que sufrimos de forma sistemática, y que se intensifica aún más en determinados territorios que usted y yo sentimos. Cuenca sufre este retraso, no será una sorpresa para usted que lo diga; y, aunque ahora parece que se van a poner en marcha las “Ayudas al funcionamiento de empresas”, éstas vuelve a llegar con retraso e incompletas.
Escuchando a la Ministra, le asaltan a uno más dudas que certezas: ¿Por qué no se bonifican las cuotas de los autónomos como sí se hace con las de los trabajadores?, ¿Por qué se promete su aplicación inmediata y aún no sabemos ni los detalles?, ¿Sólo se va a aplicar a los nuevos contratos?
Solo hay dudas. Algo que es lógico cuando se anuncian normas que aún no están redactadas y que -sepa Dios por qué razón- se han precipitado a anunciar.
En una provincia en la que extirpan el ferrocarril a cambio de una rotonda, estamos bastante cansados de retrasos e improvisaciones, así que más vale que tengamos certezas y que sean pronto. De lo contrario, el año que viene muchos no tendrán que preocuparse por llegar tarde al desfile.