La Opinión de Cuenca

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El artículo 97 de nuestra Constitución recoge que el Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado.

El verbo dirigir es el que centra la labor del Gobierno. Por tanto, se le ha de presumir una capacidad de previsión en el sentido más puro del término. No obstante, dirigir no es imponer una actuación de forma arbitraria, aunque sí hacer prevalecer su criterio frente a otros igualmente válidos, asumiendo la iniciativa y la jefatura y, con ellas, la responsabilidad de sus actos.

Ese es el otro componente intrínseco que, en mi opinión, define al Gobierno: la responsabilidad. De la misma forma que la actuación constitucional del Rey, en el ejercicio de sus funciones, es irresponsable; el Gobierno debe, por definición, rendir cuentas. Y debe hacerlo porque a él se le presume la legitimación democrática que se destila en la investidura y porque todo él está dotado de las capacidades ejecutivas y reglamentarias que ninguno de los otros dos poderes posee de forma tan amplia.

No se me asuste, aprensivo lector. Hasta aquí llegan mis divagaciones jurídicas. Siga usted leyendo.

Esa pequeña pincelada sobre el sentido de la amplitud de poderes del Gobierno era imprescindible para comprender mi crítica de hoy. Ya sé que usted, ilustrado lector, comprende mejor que yo, si cabe, los intríngulis de la división de poderes; pero hay algunos que seguimos estudiándolos y sorprendiéndonos.

Y era necesaria porque desde hace unas semanas nos venimos haciendo una pregunta perturbadora: ¿Puede un Gobierno espiar a su propio Presidente?

Y de aquella sale otra que me resulta aún más esquizofrénica: ¿Qué gana un Estado reconociendo que su Inteligencia ha espiado a su Presidente?

Me temo que no tengo respuesta a ninguna de las dos preguntas, aunque sí tengo mi defensa a la crítica que usted me hará inmediatamente, porque es usted muy escéptico: Sí, el CNI depende orgánicamente del Ministerio del Interior y, en consecuencia, es el Gobierno. Y, si el CNI es el Gobierno, ¿quién y por qué ordenó infiltrarse en el móvil de su Presidente?

Demasiadas preguntas. Pocas responsabilidades. Porque a nadie se le escapa que la responsabilidad del Gobierno es, por su propia naturaleza, política; aunque no sólo. Cualquier miembro del Ejecutivo puede incurrir en responsabilidad civil, penal o contable (aunque si eres independentista catalán, te libras sin pega de todas).

En cambio, esta crisis que, en cualquier nación responsable, debiera costar higiénicas dimisiones; ha sido sacada a la palestra por quien más debía avergonzarse de no controlar su propia casa. Se ha colocado a los pies de los caballos a los técnicos por quien dirige la política interior y exterior, y la defensa del Estado (algo demasiado recurrente cuando faltan argumentos). 

Se ha abdicado de las responsabilidades políticas que debe (y aún puede) asumir el máximo responsable del Gobierno. Porque es a él a quien el Congreso otorgó la confianza para dirigir su país y es él quien, para desgracia de ese mismo país, ha demostrado que no lo está haciendo.

En cambio, le vemos escondiendo la cabeza mientras otros partidos políticos sí muestran su altura de Estado y buscan no ahondar en la herida. Y aciertan en no hacerlo, porque, en mi opinión, ahondar en la herida es ayudar a quienes han hecho esto público para debilitar a nuestras instituciones democráticas. 

Me limitaré, pues, a afirmar una evidencia: Un Gobierno que presume de ser espiado por sí mismo es un gobierno sin dirección, y cualquier persona sabe qué le pasa a un barco sin timonel. Es cuestión de tiempo que encalle.

A ver si llegan los adultos a poner orden.

 

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