No es la primera vez que utilizo esta tribuna para hablar sobre el tema del tren, del cierre que unilateralmente se ha hecho de la única línea ferroviaria que hasta hace muy poco tiempo, con sus defectos, seguía pasando todavía por nuestra provincia, y que vertebraba a la ciudad con el resto del territorio nacional; y tampoco será la última, a riesgo del resultar pesado, porque algunos seguimos pensando que la decisión de nuestros munícipes, tanto de la ciudad como de la provincia, ha sido la última deslealtad que ellos han tenido con Cuenca. En este sentido, en esta última semana que ahora termina nos ha sorprendido la noticia -quizá no tanto, porque se venía anunciando desde hace ya mucho tiempo-, del derribo del muro que separaba los terrenos de ADIF del Paseo de San Antonio. Los trabajos iniciales de derribo duraron muy poco tiempo, porque ya al día siguiente se anunciaba también la paralización de las obras de manera cautelar, mediante un auto judicial que había sido provocado por una solicitud de la demarcación conquense del Colegio de Arquitectos. El auto, probablemente, llegó demasiado tarde, porque las fotografías demostraban que el muro estaba ya derribado casi en su totalidad, pero ello no era óbice para que, al día siguiente, el alcalde de Cuenca, acompañado en la correspondiente fotografía por el presidente de la Diputación, no dudara en preguntarse ante la prensa por “qué intereses políticos mueven al Colegio de Arquitectos.”
Quizá sea ese el problema de algunos de nuestros políticos: acostumbrados a juzgar cualquier aspecto de la situación en clave política, no pueden pensar que detrás de una decisión de un ciudadano normal, o de un grupo de ciudadanos, es posible que no haya detrás un interés político realmente, que las personas se mueven también por otro tipo de intereses -políticos, sociales, culturales, o, simplemente, un deseo cierto de que la ciudad en la que vivimos crezca, y sea más amble con aquellos que vivimos en ella. Por otra parte, a algunos ciudadanos de a pie tampoco se les oculta otros interrogantes, que también pueden hacerse a aquellos que han tomado la decisión, y a los que no se les ha dado nunca una respuesta convincente. ¿Qué intereses ocultos puede haber detrás de la decisión de derribar ese muro, y hacerlo con tanta rapidez, sin esperar siquiera a que se solventen los distintos expedientes que se han abierto en diferentes instancias, incluso judiciales? ¿Tienen miedo, quizá, a que una próxima derrota en las urnas, tanto en estas próximas elecciones como las que, a nivel nacional, van a definir el futuro de nuestro país para los próximos años, pueda hacer revertir una situación que ellos nos venden como irreversible? ¿No habrá detrás un interés en solucionar los problemas por la vía dudosa de los hechos consumados? Desde luego, si los próximos munícipes se encuentran con el muro ya totalmente derribado, y si, incluso, se encuentran con las traviesas de las vías arrancadas, la recuperación de la línea Aranjuez-Valencia será mucho más complicada.
Es probable que, a la oposición, tanto en la Diputación como en el propio Ayuntamiento, y debemos recordar aquí que ha sido toda la oposición desde la derecha hasta la izquierda, la que se ha manifestado en contra de la supresión del tren convencional en la provincia de Cuenca, pueda estar movida por intereses políticos; intereses que, por cierto, no están en contradicción con ese otro tipo de intereses antes descritos. Quizá el resto de los Ayuntamientos que se han visto afectados por la supresión de la línea, -todos los que se encuentran en el trayecto a excepción del de nuestra ciudad y el de Tarancón, regido también por un alcalde socialista- o el resto de las instituciones que, desde fuera de nuestra provincia, también se han mantenido a favor del mantenimiento de la línea: Ayuntamiento de Madrid, Ayuntamiento de Valencia, Diputación de Valencia, … Sin embargo, ningún interés político, y mucho menos oculto, debe buscarse en el movimiento ciudadano que ha surgido en nuestra ciudad -quizá demasiado escaso por la importancia real que el asunto requiere, es cierto, pero este tipo de movimientos siempre tienen que luchar contra el proverbial desapego de la ciudadanía conquense, el famoso “ea” que tanto nos define-, se niega aceptar esta realidad como incuestionable. Tampoco a la Agrupación Pueblos con el Tren, una asociación nacida, y recogemos sus propias palabras, “como alianza para la defensa del mantenimiento y la rehabilitación de la línea de tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia”.
No son vanas las palabras de una de las personas que, a nivel particular, más se ha movido para evitar la supresión del tren convencional, Fernando Casas Mínguez, catedrático de Ciencia Política y de la Administración, que ha sido profesor en el campus conquense de la Universidad de Castilla-La Mancha, en un artículo reciente que no me resisto a citar aquí en algunas de sus líneas más elocuentes: “Empieza a cundir la creencia de que a la Junta de Castilla-La Mancha le interesa que haya despoblación en la provincia. Lo más desolador de este relato, es que cuando se examina cómo se reparten los presupuestos regionales y los europeos de recuperación y resiliencia (Next-Generation), hay razones para pensar que la Junta discrimina a Cuenca para que aporte la despoblación y el atraso necesarios, para mejorar la financiación europea de Castilla-La Mancha… Ese protocolo de actuación es un ejemplo de ejercicio de poder mediante engaño, acordado por el Ministerio de Transportes, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Diputación, y el Ayuntamiento de Cuenca el año 2022… Habla de servicios ferroviarios deficitarios y bajos niveles de utilización, con datos del año 2019, cuando en doce años más de 302.488 personas han dejado de viajar en tren, debido a que ADIF ha degradado la infraestructura… Lo que se presenta como proyecto integral de movilidad consiste, en esencia, en promover el transporte por carretera en la provincia, financiado por ADIF durante tres años con treinta millones de euros, a cambio de destruir para siempre la línea de ferrocarril Aranjuez-Cuenca-Valencia, valorada en más de mil millones de euros. Descarta lo que los alcaldes consideran la mejor opción para la comunicación integral de la provincia: como contar con un sistema de transporte por carretera de calidad, combinado con la modernización de una línea de ferrocarril. Un análisis apresurado del proyecto integral de movilidad, desarrollo territorial y transformación urbana para la provincia de Cuenca, concluiría diciendo que se trata de un disparate sin paliativos. Pero profundizando se observa, que lo que consigue el ejecutivo de García-Page, cuando firma el proyecto de movilidad y desarrollo es, paradójicamente, asegurar que progresa el atraso en Cuenca. El proyecto para la destrucción del ferrocarril mutila el porvenir de una comunicación integral para la provincia y la deja sin futuro, para garantizar años de abundante financiación europea en Castilla-La Mancha.”
No voy a insistir aquí en el retraso que para nuestra ciudad y para nuestra provincia tiene la supresión del tren convencional. Para nuestra ciudad, sí, pero sobre todo para nuestros pueblos más pequeños, esos que pertenecen a lo que en los últimos años se ha venido llamando la España vaciada, esa España que todos, sin excepción, dicen querer rehabilitar, pero que algunos, por sus actos, siguen demostrando lo poco o lo nada que les importa realmente. No lo voy a hacer por falta de convencimiento, sino porque ya lo he hecho antes en este o en otros foros. No voy a hablar, o sí, de la importancia del transporte ferroviario también en estos tiempos, o sobre todo en estos tiempos, cuando tanto se habla de eliminar de una vez por todas las energías contaminantes, cuando se habla de la agenda 2030 y de sus objetivos de desarrollo sostenible, cuando tanto se dice de una supresión total de todas aquellas energías no renovables. No voy a hablar, o sí, de la oportunidad, ya perdida, de convertir a nuestra ciudad en un punto de inflexión, un nudo de comunicación que una la capital del país con su principal puerto de mar, lo que es lo mismo decir que se ha perdido la oportunidad de unir, mediante eso que se ha llamado un puerto seco, y de la forma más corta posible, a Madrid con el resto de Europa. No voy a decir otra vez, o sí, que quizá sea muy sospechosa la coincidencia en el tiempo entre la supresión de la línea conquense y el anuncio de la creación de esos puertos secos en Albacete e, incluso, en Alcázar de San Juan. A fin de cuentas, y como decía el dúo cómico de nuestros años jóvenes, la semana que viene hablaremos del gobierno.