Recuerdo haberlo escrito en esta columna de opinión. Por mucho que sea una tecnología verde, carece de sentido la masiva implantación de plantas fotovoltaicas en Cuenca para producir energía que, por su escaso nivel de desarrollo, no se va a utilizar en la provincia.
De alguna manera, una actualización a los nuevos tiempos del que ya es un clásico: el trasvase Tajo-Segura. Expropiar un territorio para el desarrollo económico y la prosperidad de otros.
Pues está pasando lo que tenía que pasar, y leo en una noticia de Voces de Cuenca: “El paraje del Nacimiento del Río Záncara sufre desde hace un año una importante transformación en su paisaje por la instalación de torres eléctricas cerca de su cauce”.
Pasa lo mismo con los aerogeneradores tamaño XXL, también he hablado de ello.
Otro tanto con llenarnos el territorio de macrogranjas, no una ni dos, todas las que quepan.
A estas alturas de la exposición, empieza a decaer el único consuelo que mas de uno ha esgrimido en forma de “Ea” conquense: la provincia es muy grande y todo se diluye.
Una deriva de lo anterior consiste en cruzar los dedos para que no nos toque, a fin de cuentas, y como digo, la provincia es grande y hasta cierto punto desierta, que aquí la despoblación juega a favor de una obra que no es de Cuenca.
Pues del sueño conquense nos despierta de nuevo la realidad, y las torres de alta tensión cruzan, no los mares, pero si las montañas.
Y de nuevo la tozuda realidad. La asociación Pueblos Vivos ha convocado una sesión informativa en el centro social de La Melgosa sobre el proyecto de planta de gestión de purines en Palancares. Pues aquí lo tenemos, además de almacenarlos, los purines hay que moverlos, ambas cosas en el ya hipotecado territorio conquense.
Y con la tierra, en Cuenca hipotecamos el futuro, por lo visto a mayor gloria del país y por un plato de lentejas.