La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Un atardecer con Fray Luis de León en Villaescusa de Haro


Fray Luis de León bien podría haber estudiado en la Universidad de Villaescusa de Haro en el s. XVI de no haberse truncado el ambicioso proyecto de D. Diego Ramírez de Villaescusa, Obispo de Cuenca en la fecha del nacimiento del célebre poeta belmonteño. Los designios de la historia quisieron, por contra, que Fray Luis mantuviese estrecha relación con la universidad de Alcalá de Henares, fundada por el Cardenal Cisneros en detrimento de la conquense.

Durante todos estos años, quizá todavía perviva, en uno de los muros interiores del edificio inconcluso de la universidad villaescusera se distinguía una composición artística curiosa, diseño de Adolfo Martínez: una alpargata destrozada que había sido rescatada del vertedero municipal convivía dentro de un pequeño marco con un frasquito de perfume de Chanel n.º 5. Adolfo, propietario del colegio universitario hasta su fallecimiento hace un lustro, gustaba de estas dicotomías, como presumir de ser la única persona que había leído las Obras Completas de Platón y partido un azadón de marca Bellota. Un carnaval, siendo joven, me propuso disfrazarme con un casco de guerrero medieval y una camiseta blanca patrocinada por Coca-Cola; no llegué a entenderlo muy bien. Nada mejor que bucear por su asombrosa ópera prima, Erótica rural, para acercarse a su tremendismo ilustrado y sus correlaciones mentales.

Como Adolfo, Fray Luis de León habría disfrutado del sereno atardecer desde los altos ventanales de la universidad villaescusera, precisamente orientados al oeste. Y, desde ahí, bien podría haber escrito “¡qué descansada vida / la que huye del mundanal ruïdo!” y otros versos de su oda a la vida retirada. Una llamada sincera a la cercanía a la naturaleza y la vida sencilla contrapuesta al ansia humana de fama, poder y riqueza. Y esa diéresis sobre la i de ruido que remarca la pronunciación del diptongo en sílabas separadas, como dando más fuerza a la palabra que define el ajetreo y la turbulencia de esta navegación diaria.
Hoy sobrevivimos en la dicotomía entre la quietud de la vida rural y la vorágine del mundo globalizado, entre el ruido y la furia, entre el envejecimiento de nuestros pueblos y la modernización tecnológica de nuestros campos y ciudades. Desde la raíz de esta realidad antagónica brota el sentido de este rincón de opinión, con la humilde aspiración de retratar la pasión cotidiana de la vida conquense actual y su paisanaje y entender el contraste del mundanal ruïdo que al tiempo nos molesta y atrae.

 

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